Fue el primer bar de la ciudad en
colocar sillas y mesas en las veredas.
Avenida de Mayo
825
El Tortoni abrió sus
puertas en 1858 y es el más antiguo de la ciudad.
A principio del siglo pasado, el local era
frecuentado por importantes artistas e intelectuales argentinos y europeos. Es
el recuerdo de aquella etapa de extraordinario progreso económico, social y
cultural que colocó a Argentina a la cabeza de los países del continente y la
convirtieron en un poderoso foco de atracción para la emigración europea hacia
Latinoamérica y la gran metrópolis bonaerense se convirtió en una de las más
prósperas y cultas capitales mundiales.
haga click en la imagen para ampliar)) -
Jean Touan hacia 1879 se lo
vendió a su familiar y compatriota, Monsieur Celestino Curutchet. Este singular
hombre, favorecedor de eventos culturales, era quien lo regenteaba hacia 1920,
aunque en virtud de la avanzada edad del empresario (noventa y dos años), la
dirección del local fue recayendo en sus hijos mayores: Mauricio y Pedro Alejo.
En 1925 falleció Celestino y un año después se produjo la inesperada muerte de
Mauricio, detrás del mostrador, hechos que influyeron para que la familia tomara
la decisión de vender el café a la firma Rey Hnos. y Pego”.
Los Hnos Rey se retiran en 1943 de la conducción del negocio de Av. de
Mayo 829, y en pocos años se producen varios cambios de dueño: González
Alvarez (1943), Prieto, Devesa, Díaz y Cía. (1948), Eduardo García y E.
Pérez. (1950), Estévez - Llanos y Cía. (1954). Si bien todos ellos
intentaron la vigencia y rentabilidad del negocio, los constantes
cambios de firmas y las crisis recurrentes provocaron la acumulación del
pasivo y hasta cierto punto el decaimiento del movimiento cultural que
fue característico hasta mediados de la década del 40.
La nueva sociedad “Gran Café Tortoni SRL”
inició su actividad el 1 de noviembre de 1956 como producto de la unión
de esfuerzos de veinte personas que pensaron en devolverle al
tradicional café el prestigio ganado por su historia. Además primó la
idea de pensar en el largo plazo, reinstalando la alianza espacio -
tiempo - cultura y promoviendo sus salones a tal fin.
Los accionistas surgieron de dos grupos:
antiguos mozos y un conjunto de empresarios, algunos de los cuales
habían tenido experiencia en el rubro en importantes establecimientos
gastronómicos. Varios de los mozos: Yaco Alboher, Benjamín Rodríguez,
Raúl Cardozo y Joaquín Arias, siguieron en actividad, siendo a la vez
accionistas, con el aporte de las indemnizaciones cobradas a la empresa
saliente.
Su nombre fue adoptado por su
dueño, inmigrante francés de apellido Touan, copiando el
de un bar parisino. En el techo del salón resaltan imponentes vitreaux. En el
salón denominado La Bodega, ubicado en el subsuelo del bar, desarrolló sus
actividades entre 1926 y 1943 la famosa Peña del
Tortoni, un espacio de reflexión conformado por gente de la cultura y la
política, por donde pasaron a leer sus poemas o entonar canciones los más
renombrados artistas de la época. Entre las personalidades que concurrieron a la
Peña figuran Baldomero Fernández Moreno, Alfonsina Storni, Carlos Gardel, el ex
presidente Marcelo T. de Alvear, César Tiempo, José Ortega y Gasset, Lola
Membrives y Leopoldo Marechal. Una de las especialidades de la casa con la que
suelen deleitarse los visitantes es la leche merengada, compuesta por helado de
crema, leche, azúcar, claras de huevo batidas a nieve y canela.
En su interior se
distribuyen unas cien mesas de roble y mármol veteado en verde y blanco junto
con sillones y sillas de roble y cuero. En sus paredes cuelgan dibujos y
pinturas de artistas célebres como Benito Quinquela Martín y Aldo Severi.
En el subsuelo del bar está lo que se conoce como “La Bodega”, un lugar dedicado
a conciertos y espectáculos musicales que en algún momento fue el punto de
encuentro de la famosa Peña del Tortoni.
En una de las pequeñas salas
antes estaba la peluquería, hoy es conocida como el salón
“César Tiempo”. Allí
todavía se mantienen los sillones y los espejos de aquellos años donde los
hombres se cortaban el pelo y se afeitaban la barba. Según cuenta Roberto Fanego, su gerente, actualmente es una especie de biblioteca con más de 1.000
libros que tratan sobre la historia de Buenos Aires.
Entre cortinas color bordó se
esconde la otra sala, la
“Alfonsina Storni”,
conocida en otra época como el Salón para Familia. Es que para el Tortoni, esta
escritora fue una mujer con agallas decidida a incursionar en un café para
hombres y dialogar, por aquellos años, con escritores como Bioy Casares, García
Lorca o Jorge Luis Borges.
Apertura de la línea "A" de
subterráneos en la Avenida de Mayo-
En los bajos del edificio de en medio se observa el Café Tortoni, uno de los más
emblemáticos de la ciudad.
Se observa el Café Tortoni con
sus mesas afuera en la imagen a la izquierda.
Para ellos llegó la primera
máquina de hacer café express, más tarde la vajilla
importada de Francia. Por su puerta entró un día el gran Pirandello,
aquella noche cantó Carlos Gardel
para el gran siciliano.
A fines del siglo, el bar fue adquirido por
otro francés: don Celestino Curutchet,
que fue el anfitrión del local hasta 1927.
En uno de sus rincones se puede
ver la estatua de Carlos Gardel en tamaño natural, junto a Alfonsina Storni y
Jorge Luis Borges, realizadas por el artista plástico argentino Gustavo
Fernández, con el apoyo de Art San Michel, París, Francia, en el año 2006.
Ubicada en un rincón del café, Gardel está de pie, vestido con traje cruzado y
corbata, compartiendo con los escritores la escena alrededor de una mesa, donde
está colocada una placa alusiva con la leyenda siguiente: “Art San Michel con
sede en París – Francia, decidió apoyar el proyecto presentado por el escultor
argentino Gustavo Fernández de donar sus obras como forma de homenaje al “Café
Tortoni”.
Esta propuesta artística
recrea a tres de los personajes ilustres que frecuentaban el café: Jorge Luis
Borges, Carlos Gardel y Alfonsina Storni.
Alfonsina Storni, poetisa contemporánea argentina,
nació en 1892 en la ciudad de Laggagia, Suiza, y
emigró con sus padres a la Argentina cuando era una niña.
Fue la primera mujer que concurrió a un banquete
literario.
Se convirtió en asidua a las peñas del Café Tortoni y de la
agrupación Signo que se reunía en el hotel Castelar.
Se
suicidó
en Mar del Plata arrojándose de la escollera del Club Argentino de Mujeres.
El traslado de sus restos hacia el cementerio por la Avenida
Quintana fue un verdadero acontecimiento publico como la muerte
de Gardel.
Nació en una época de profundas transformaciones sociales. A diario llegaban
centenares de inmigrantes europeos y del interior del país; Buenos Aires
permanecía, entonces, separada del resto de la Confederación Argentina. Buenos
Aires ya formaba parte del resto del país y se hablan sucedido vanas
presidencias, entre ellas las de Sarmiento y Avellaneda con el consiguiente
desarrollo urbano, el crecimiento de los ferrocarriles y las Universidades. Se
consolidaron los partidos políticos mayoritarios y Buenos Aires perdió su
fisonomía de gran aldea para convertirse en una ciudad moderna.
El Tortoni es el paradigma del
café porteño. Su interior se destaca por su fina boiserie y sus mesas de roble y
mármol verde.
Entre las mesas, pesimista, con dolor de vida y muerte
ha caminaba hasta el
piano, donde acostumbraba a recitar sus poemas, Alfonsina Storni¡. La
sanjuanina supo ser parte de la cultura argentina y enriquecerla hasta el
oscuro día de 1938 en que decidió internarse en el mar para apagar su
ansiedad.
LA FAMA Y EL ABANDONO
El Tortoni ha permanecido inmutable, pero los tiempos y los clientes son
otros. Resulta difícil, un sábado por la tarde, encontrar argentinos en el
café: tanto dentro como fuera los extranjeros filman y fotografían, con gran
avidez, cuanta placa conmemorativa y obra de arte encuentran. Según ellos -
aún para los españoles que poseen un café tradicional en su país - “El Tortoni
no tiene comparación con ningún otro".
La peña contó con la
presencia de importantes figuras: Juan de Dios Filiberto, González Tuñón, Luigi Pirandello, Carlos
Gardel, entre otros. En ella se leyeron poemas, se cantó, se dieron
conferencias y se bailó el tango hasta el 19 de octubre de 1943 cuando fue
cerrada.
Las obras de arte que se exhiben han sido donadas por personalidades o por
familiares que tuvieron algo que ver con la historia y la grandeza del Tortoni.
En la sala Alfonsina Storni se realizan recitales de poesía y se exponen y
venden cuadros de artistas que recién ingresan al mercado del arte.
La bodega ha sido habilitada nuevamente. Se dan espectáculos de jazz, de
tango y se organizan otras actividades que sostienen la fama del café. Los
habitúes siguen jugando al ajedrez, al backgammon, o al billar en su típico
salón, como en las primeras épocas del café.
El edificio era propiedad de la
Sra Concepción Unzué de Casares,
que lo cedió a un sobrino, el que al poco tiempo decidió rematarlo.
La nueva fachada es obra del
arquitecto Alejandro Christophersen.
Cruzando por dentro del café, para salir a Rivadavia, se puede llegar hasta la
plaza Roberto Arlt, que ocupa el lugar donde estuviera un antiguo edificio de
asistencia pública; una placa recordatoria testimonia que allí vivió y murió en
1939 el Dr. Lisandro de la Torre.
La
Peña del Tortoni fue inaugurada por QUINQUELA
MARTIN y ya era un clásico en la vida
porteña. El dueño del Tortoni Pedro Curuchet
celebró el regreso del artista cuando
viajo por el exterior ya que le
sumaba fama a su café.
En junio de 1925 se llamó la "Peña del
Café Tortoni"
donde se realizaron las actividades de la
Sociedad de Artes y Letras en la cual Quinquela
fue parte de la comisión directiva. Se
realizaron conciertos, conferencias,
exposiciones y recitales además de auspiciar
todas las expresiones de arte popular. Se leyó
poesía, se estudió el tango en presencia de
reconocidos artistas locales y de la región
incluyendo a Alfonsina Storni, Juana de
Ibarbourou, Carlos Marchal y Juan de Dios
Filiberto entre otros.
Quinquela y Alfonsina estrecharon una amistad
inquebrantable y de por vida. Integraron la
movida intelectual porteña del grupo Anaconda,
con escritores y personajes como Horacio Quiroga
y Baldomero Fernández Moreno. Se encontraban en
la peña Signo, en el subsuelo del Hotel Castelar,
en cuya habitación 704 se alojaba el poeta
Federico García Lorca. En esos encuentros
recitaban poemas y Alfonsina, con excelente voz
y sentimiento, cantaba tangos. En esos tiempos
estrecharon lazos con Pablo Neruda.
Allá por 1938, exactamente el 27 de enero,
Quinquela y los compañeros de La Peña recibieron
la noticia del suicidio de Alfonsina. Él la
había acompañado al médico el día que le
diagnosticaron cáncer. Quinquela supo de
inmediato de su tristeza y conocía de siempre su
gran fascinación por el mar. La noticia del
suicidio no fue sorpresa. El día anterior había
leído su último poema que publicó el diario La
Nación: Voy a dormir. A la una de la mañana
Alfonsina se había arrojado de la escollera. Los
amigos de La Peña, encabezados por Quinquela,
impulsaron la venta del piano de la bodega del
Tortoni y con el dinero erigieron un mausoleo en
su homenaje en el cementerio de la Chacarita. La
tristeza provocada por Alfonsina no era la
primera ni sería la última.
También Horacio Quiroga que se suicida con
cianuro y Lugones otro que había decidido tomar
las riendas de su vida o de sus muerte.
El
19 de octubre de 1943 se disolvió la Peña del
Tortoni y Quinquela intentó buscar otro espacio
para cubrir el vacío que se produjo, poder
llevar a cabo las reuniones sociales y los
encuentros culturales. Uno de esos espacios lo
llamó "La Orden del Tornillo", una especie de
logia de artistas, pensadores y locos de todo
tipo que se encontraban para hacer libre uso de
su imaginación o lo que denominaron falta de
cordura. A los miembros ingresantes se les
entregaba un tornillo representando lo que les
faltaba de la cabeza y que garantizara que
siempre les faltara, que nunca fueran cuerdos.
Benito fue el gran Maestre de esta organización
por ser el más intrépido de los artistas
argentinos. Se reunió con los integrantes de
esta agrupación por el resto de su vida.
Antonio
José Estruch, tercera generación de una familia
catalana, pionera en nuestro medio, que entre
tantas otras obras realizó los vitraux del "Café
Tortoni", de la Capilla del Colegio San José,
del Instituto Tierra Santa, del "Claridge
Hotel", y del Hogar Nuestra Señora de Jesús, en
Paraguay 1368, y que continúa brindando sus
conocimientos desde su local de la calle Solís
al 200; Vilella y Thomas que realizaron los
vitraux del Casal de Cataluña porteño, que
representa a San Jorge y el dragón; Manuel
González, en Catamarca 1158, que aprendió las
técnicas del maestro Enrique Helovuri en un
viejo taller de Billinghurt y Cangallo; Enrique
Lumi, ya su padre en 1912 había fundado el
taller donde fabricaban y restauraban vitraux;
Carlos Scharf; Carlos Herzberg; Angel Pastore;
Roberto Grau; Roberto J. Soler; Juan
Heguiabehere; Sabina Aba; Marcela Carro; E.
Fino, quien por la década del 40 realizó tres
pequeños vitrales en el baño de caballeros de la
confitería "Las Violetas; Daniel Ortolá que
restauró recientemente los magníficos vitraux de
la afortunadamente reabierta, y ya citada, "Las
Violetas", y Félix Bunge, con taller en Santiago
del Estero 924, y más de 20 años de minuciosa
investigación y trabajo de excelente factura,
reciclando innumerable cantidad de piezas en
edificios públicos y privados, son algunos de
los especialistas, que mantienen vivo el oficio
del vitral, haciendo sus propios diseños,
ejecutando los realizados por otros artistas, o
bien ocupándose de alguna restauración.
El vitral me recuerda a Kandinsky, en el sentido
de la vibración que debe producir el color en el
alma de la gente". "El material es
fascinante, se ablanda, se vuelve rígido, tiene un color que parece vibrar. Hay quienes trabajan con vidrios de colores, y
otros que lo hacen con vidrios transparentes,
que colorean según la necesidad y gusto propio.
La grisalla, los vidrios esmaltados y
superpuestos, son algunas de las posibilidades
creativas del oficio.
La magia medieval de los talleres de vitrales;
multiplicada por tantos pedacitos de vidrio que
reflejan increíbles luces de colores; se
involucra en la urdimbre porteña.
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