MONJAS CLARISAS CAPUCHINAS

 

Arcón de Buenos Aires

 

 

 

Las monjas clarisas capuchinas son la adaptación del ideal franciscano al mundo monástico femenino. Forman notas características suyas la altísima pobreza, vida de contemplación, rezo coral del oficio divino, entrega a la penitencia y mortificación, aislamiento del mundo por medio de rigurosa clausura, y atención a las necesidades materiales con su trabajo manual o la caridad de los seglares. Capuchinas o Clarisas- poseían una característica que las distinguía: para ingresar a la orden las postulantes no debían entregar dote de ninguna especie, cosa que sí requerían otras congregaciones. Y no puedo menos que detenerme en ese detalle. Pues indica que tiempo hubo en que una muchacha (salvo que entrara en las Clarisas) debía reunir los fondos necesarios para poder responder afirmativamente a su vocación religiosa. Lo cual contrasta con esta época en que, pese a no existir dicha exigencia, tantos conventos aparecen despoblados.

 

El convento se fundó en 1750 y en 1803 era abadesa la madre Rosalía Ferreyra. Vivían de la limosna. Desde el momento de su fundación hasta 1810, ingresaron en el convento 57 monjas , en su mayoría porteñas.  El día de las Capuchinas comenzaba a media noche. A las 12 de la noche, las monjas se levantaban y se dirigían al coro, donde rezaban. Algunas monjas ya no se acostaban y, a modo de sacrificio, permanecían despiertas entretenidas en alguna lectura espiritual o en una labor de mano. Las capuchinas no tenían rentas, ni deudores remisos.

 

El día de las capuchinas comenzaba a media noche. A las 12 de la noche, las monjas se levantaban y se dirigían al coro, donde rezaban Maitines y Laudes. Algunas monjas ya no se acostaban y, a modo de sacrificio, permanecían despiertas entretenidas en alguna lectura espiritual o en una labor de mano. Las capuchinas rezaban sin canto. A partir de las 5 de la mañana se rezaba Prima y Tercia. Luego el capellán celebraba la misa, a la que todas las monjas de ambos velos debían asistir. Alrededor de las 6.30 se servía el desayuno, que consistía en una taza de té o mate con un pancito. A continuación volvían  para rezar Sexta y Nona, seguidas de una hora de oración mental, meditando generalmente sobre la pasión y muerte de Jesucristo.

 

Se realizaban los trabajos de limpieza, lavado y acondicionamiento de la ropa, y se avivaban los fuegos en el amplio fogón de la cocina, donde comenzaba a prepararse el almuerzo. Las monjas de velo negro supervisaban estas tareas que realizaban las monjas de velo blanco, las donadas y las esclavas.

 

Para el ingreso a los conventos de Buenos Aires se exigía: vocación, morigerada vida y costumbres, diecisiete entre las capuchinas, fuerzas físicas para poder observar las reglas, no haber pertenecido a otra orden, no ser casada, legitimidad de nacimiento, limpieza de sangre. El discurso es claro, se buscaba la vida eterna, la gloria, y la única manera de llegar a ella era la vida religiosa en el convento. El convento era visualizado como un puerto seguro en medio de la tormenta que representaba el mundo.

 

Una de cada siete de velo negro- para ocuparse de los oficios corporales. Debían llevar un velo blanco sobre la cabeza, no estaban obligadas al rezo del Oficio Divino, sino al rezo de determinado número de Padrenuestros y Avemarías en las distintas horas canónicas; debían levantarse a la misma hora que las demás; asistir a misa diariamente y podían ser eximidas del ayuno en algunas épocas del año en atención al trabajo corporal que realizaban.

Las monjas de velo negro o coristas tenían como principal ocupación el rezo del Oficio divino en el coro. Eran monjas contemplativas cuya tarea principal consistía en lograr la unión con Dios por medio de la oración mental y vocal. Las oraciones se realizaban en latín, tarea para la que eran formadas por la maestra de novicias durante el año de noviciado. También tenían momentos dedicados a su formación espiritual y otros en los que realizaban labores de mano. Durante todo el período colonial ingresaron 7 monjas de velo blanco (sobre un total de 56) al convento  de las capuchinas.

 

Con respecto a las Abadesas de las capuchinas, diez monjas, de las que ingresaron en Buenos Aires hasta 1810, ocuparon ese cargo de superioras.  Desde el año 1749 hasta 1777, solamente las fundadoras, provenientes del monasterio de monjas capuchinas de Santiago de Chile, fueron elegidas. Desde 1777 hasta 1789 no hubo elecciones debido a la situación conflictiva producida como consecuencia del ingreso de una presunta mulata. A partir de esa fecha, las Abadesas fueron mujeres que habían ingresado en Buenos Aires.

En cuanto al número de esclavos que vivían dentro de la clausura, el único dato al respecto lo encontramos en el censo de 1778: que poseían cinco esclavas.

Las capuchinas contaban con la ayuda de los hermanos legos para obtener parte de la limosna de la cual vivían. Era ésta una ayuda indispensable, pues según la Regla de Santa Clara por la que se regían, como comunidad no podían recibir ni tener posesión o propiedad, ni por sí, ni por intermedio de otras personas, ni tampoco cosa alguna que razonablemente pueda decirse propiedad.

 

Los hermanos legos franciscanos o seglares -especialmente designados por las monjas- para mendigar a favor del monasterio, quienes iban hasta el Paraguay, Montevideo y las Provincias de Arriba en busca de ayuda y de allí volvían trayendo algunos pesos, gran cantidad de ganado vacuno y ovejuno, tabaco, bayeta y unas cuantas fanegas de trigo, productos que en su gran mayoría se vendían par convertirlos en pesos. Estos limosneros funcionaron como nexo entre los dos ámbitos que estamos analizando, dando la posibilidad de que todos los sectores sociales, ya fuera en Buenos Aires o desde lugares muy remotos pudieran contribuir al sostén económico de un grupo de mujeres que habían optado, o se habían visto obligadas a vivir en clausura, llevando una vida de oración.

 

 

 

HISTORIA DESDE SU LLEGADA A BUENOS AIRES

 

En 1749 habían llegado a Buenos Aires, procedentes de Chile, veinte religiosas Clarisas Capuchinas que se alojaron primero en la pensión de Salvador del Castillo y luego en la primitiva iglesia de San Nicolás donde hoy esta ubicado "el obelisco".

 

 Luego de un largo y penoso viaje de dos años  solamente moraron en San Nicolás  hasta 1753 que fueron trasladadas por escaso tiempo a la  iglesia de San Juan Bautista (parroquia de indios), por ser una zona poco salubre el predio que se encontraba San Nicolás.

Cuando se fundó la iglesia, hoy Corrientes y 9 de Julio  el solar era extremadamente pantanoso. El barrio era de gente muy común y pobre que se mantenían con la matanza de ganados para el abastecimiento de la ciudad. Las inmundicias de los animales dejaban olores nauseabundos.

La bóveda del convento no estaba cubierta de tejas ni revocada por lo cual dejaba pasar la lluvia y los cimientos de la iglesia eran débiles por  lo tanto el convento no se hallaba en condiciones de ser habitado. Debido a todos esos inconvenientes las 20 monjas Capuchinas se trasladaron en un principio a la casa de don Salvador del Castillo negándoles el Cabildo el traslado que primeramente ellas habían solicitado a la iglesia de San Juan Bautista (hoy Alsina y Piedras). Luego de un tiempo el Cabildo les concedió la petición pero muy pronto  ese mismo año se trasladaron nuevamente a la Iglesia San Nicolás igualmente incómodas y algunas bastante enfermas hasta que finalmente fueron trasladadas a la iglesia San Juan Bautista.

 

 

La iglesia San Nicolás de Bari al fines del siglo XIX.  Es  la única iglesia colonial que actualmente NO existe. El censo que Rosas hizo levantar en 1836 señala 42.447 hombres blancos, 14.932 negros y pardos, 4000 extranjeros y 849 de  tropa y familiares. En ese periodo la parroquia San Nicolás guardaba todavía la sencillez colonial de su torre, un largo frente liso sin molduras ni ventanas, hasta que en 1900 recibió las reformas. Su torre no poseía campana aun.

 

 

En 1754 la Congregación de las Hermanas Clarisas Capuchinas toma posesión de la Iglesia de San Juan Bautista, sobre la actual calle Alsina al 800. El Capital Don Juan de San Martín y Humanes les ofrece en donación el terreno continuo a la Iglesia para la construcción de un Convento. Construído este, las Clarisas se instalan definifivametne a mediados del año 1756. Allí permanecieron hasta hace pocos años, trasladándose ellas y su importante archivo al Partido de Moreno, en la Provincia de Buenos Aires.

 

Iglesia San Juan Bautista- Arriba de la reja que separa el coro de monjas pende un magnifico gobelino tomado de un cartón de Rubens firmado por Gobelin y la fecha que fue tejido 1657 certifica la autenticidad de la obra. En la aduana fue rematada como alfombra, la adquirió Pedro Pablo Vidal y la donó al convento de las Capuchinas. El valioso tapiz durante muchos años tapo la ventana que da a la calle Alsina y protegió el órgano del sol y la lluvia hasta que el capellán Francisco Lapnitz descubrió su valor ante los ofrecimientos de compra que le hacían.

           

 

 

 

FUENTE : http://www.naya.org.ar/congresos/