Por otra parte, en sus
comienzos el Club tuvo un carácter netamente porteño que queda demostrado en el
hecho de que el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y sus ministros de
Estado fueran
considerados miembros honorarios.
Sin embargo, en ese reducido número de socios se encontraba lo más granado de la
oligarquía porteña. Entre sus miembros podemos mencionar a
Bartolomé Mitre, Julio Argentino Roca, Domingo Faustino Sarmiento, Leandro N.
Alem, Adolfo Alsina, Carlos Pellegrini, Lucio V. Mansilla, Dalmasio Vélez
Sarsfield, Victorino de la Plaza, Roque y Luis Sáenz Peña, Miguel Cané, Vicente
Quesada, etc.
Los
objetivos políticos de
unificar a la oligarquía porteña están claramente explicitados en una
carta que el presidente
del Club, Diego de Alvear, envía a Mariano Varela, director del diario "La
Tribuna". Allí dice, en alusión a la fundación del Club: era pues necesario
destruir los efectos de ese
gobierno maquiavélico, y
nada podría mejor llenar ese objeto que la creación de una
sociedad donde todos
pudiésemos cambiar ideas y sentimientos. Se creo por idea de Diego de Alvear,
después de la batalla de Caseros.
Los
objetivos políticos del
Club quedan marcados ya desde el primer acto público del establecimiento, en el
cual el Ministro Gorostiaga sostuvo: "... por la fraternidad de los dos grandes
partidos políticos que
han dividido la República Argentina ...".
Cumplido o no su
objetivo de fusionar a
los dos
partidos políticos, el
club sirvió en los años sucesivos como factor aglutinante de la oligarquía
porteña. En sus salones exclusivos los distintos miembros de la clase alta se
conocían entre sí, intercambiando sus intereses mediante relaciones amistosas.
Sin embargo, es a
partir de 1895 cuando una presencia singular va a destacarse en la presidencia
del club: la del
Doctor Roque Sáenz Peña,
hombre de la oligarquía
porteña de línea autonomista. Durante su
gestión (1895-1898)
comienza una nueva etapa caracterizada por una apertura
política. Roca lo dice en
estos términos: "... El Club del Progreso, señores fue exclusivista y porteño,
hoy no es ni exclusivista ni porteño, es nacional y es argentino ...".
De esta manera podemos
concluir diciendo que el Club del Progreso reflejó la mentalidad de su época: un
gobierno elitista con
economía agroexportadora
que no se desarrolla.
El club tuvo cuatro sedes. Una sede inicial ubicada en la calle
Perú 135 y otra (a partir de 1857) en un edificio renacentista sito en la
esquina de Perú y Victoria (actual
Hipólito Yrigoyen),
que termina por ser demolido. Esa casona tenia los salones del primer piso que
se iluminaban con arañas de velones al comienzo y años mas tarde con luz de gas.
Finalmente, cuando el Club se encuentra en su apogeo (año 1900 aproximadamente)
se inaugura su palacio de la Avenida de Mayo 633.
Su decadencia comienza con el auge del Jockey Club, cuando debe abandonar ese
lujoso establecimiento para reducirse a un edificio más modesto en la Sarmiento
1300 donde sobrevive hasta la actualidad.
Al fondo,
a la izquierda, se destaca la azotea con torre mirador del Palacio Muñoa
construido entre 1855 y 1857, sede del Club del Progreso, uno de los primeros "palazzos"
porteños, perteneciente a Marcos Muñoa, hechos al estilo italianizante por el
mismo Edward Taylor con tres plantas, demolido en los años 60 para
levantar la torre de la Com. Nac. de Comunicaciones.
Hoy, una placa y un pedazo de reja recuerda al desaparecido edificio.
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Primer edificio
Palacio Muñoa que funciono el club de 1852 a 1857. |
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Primer edificio foto
Palacio Muñoa antes de su demolición.
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Los bailes
mensuales, las tertulias y los bailes de carnaval fueron las actividades mas
importantes que se desarrollaron allí. Hasta entonces las reuniones se hacían en
casas de familia o en los salones de Mariquita Sánchez de Thompson o en
la residencia de Rosas
en Palermo.
Salón rojo del Palacio Muñoa sede del club de 1857 a 1900- Se trajo de Europa el
papel del gran salón, fondo blanco con oro, una alfombra de 33 mts de la
manufactura de Royale D Abusson, seis arañas de bronce dorado fuego con bombas
de 36 a 40 luces de gas y 24 brazos de pared de 5 luces con bombas, 14 cortinas
de seda.
Salones de baile del Palacio Muñoa sede del club de 1857 a 1900
En el 1900
el Club había crecido tanto que el palacio Muñoa ya quedaba chico y el club se
muda por tercera vez a la Av de Mayo a un edificio de estilo Francés mandado a
construir por José C. Paz. En 1971 demolieron el palacio Muñoa.
La elite
dirigente empleó de un modo particular su tiempo libre en actividades como:
deportes hípicos al aire libre, fiestas, moda, paseos, veraneos y clubes
exclusivos como el Jockey Club y el Club del Progreso y la importancia de los
mismos como centros de reunión de los sectores poderosos vinculados a la
política.
Tercer edificio del
club en Av. Mayo 633
Bailes de carnaval
A fines del siglo XIX
y primeras décadas de 1900 los corsos sobraban y alcanzaron su máxima
popularidad. Los había en casi todas las calles principales de Buenos Aires.
También en las ciudades aledañas. Predominaban en el Centro, pero los había en
Flores, en Belgrano, Barracas, La Boca, Parque Patricios. También en el resto
del Gran Buenos Aires. Uno muy importante era el de San Fernando, y se
destacaban los de Adrogué, Lomas de Zamora, Avellaneda, Morón y San Isidro, este
ultimo corso se llevaba a cabo en las calles Cosme Beccar, Belgrano, 9 de julio,
25 de mayo, hasta Primera Junta.
En estos tiempos estaba prohibido jugar con
agua, solo se podía arrojar "papel cortado, flores, serpentinas y laminillas de
mica". Esto no quiere decir que no se jugara con agua, se siguió haciendo a
pesar de todas las prohibiciones, pero por lo menos con menos violencia. Se
solía dejar caer bolas de papel mojadas desde los balcones o azoteas sobre la
gente, a veces sujetas con hilo para volver a utilizarla.
Grandes grupos de máscaras llevaban la
alegría a la gente por todos lados. Se disfrazaban pintorescamente, se podía ver
a la princesa, los príncipes y condes y al gracioso y simpático "oso Carolina",
el cual realizaba piruetas. Los carruajes eran siempre lujosos, pero la gente
espera ba con ansia la llegada de las sociedades corales y musicales. También
estaban los "clowns" o payasos, que ejecutaban difíciles pruebas gimnásticas.
Luego surgieron los grupos de máscaras caricaturescas que divertían con sus
números y vestimenta graciosa.
Y por estos años comenzaron a tener
importancia los bailes. Se realizaban a continuación de los corsos en teatros,
instituciones sociales, hoteles y residencias particulares. Por lo general eran
de disfraces, y se bailaban polcas, valses, etc. Algunos de los teatros hasta
tenían un servicio mediante el cual los concurrentes podían cambiar de disfraz
cuantas veces quisiesen. Uno de los más famosos lugares de baile fue el "Club
del Progreso", fundado en 1852. Era un triunfo social poder participar de sus
bailes, ya que había una rigurosa selección de invitados. Fuera de la Capital
los mas conocidos eran los del "Tigre Hotel" los del "Hotel de San Isidro",
también en la ultima localidad eran famosos los bailes de Francisco Bustamante,
o las suntuosas veladas que organizaba Alfredo Demarchi en su palacio de San
Fernando, los de Morón, Lomas de Zamora y, los del hotel Las Delicias en
Adrogué.
También estaban los bailes del Club de Flores, los del hotel "Carapachay"
de San Fernando. Otros bailes famosos eran los organizados por una comisión de
vecinos en los salones de la Municipalidad al finalizar el corso de la calle
Corrientes. En casi todos los clubes barriales había bailes en carnaval, tanto
en la Capital como en el Gran Buenos Aires.
Edificio del Club del Progreso, el segundo de la derecha, en el fondo el
edificio del Congreso.
El
edificio de la esquina primero fue la tienda La Positiva, después hubo una
tienda llamada Coloso, que se encargó de planchar la fachada y arruinar el
edificio, así que cuando lo demolieron en los '60 ya valía poco y nada. Dos
lotes atrás, el Club del Progreso. En la siguiente esquina, el edificio muy
bonito de La Rosario, demolido en los '80 (hoy es del Banco Patagonia, antes
HSBC).
haga click en la
imagen para ampliar
Este era el tercer edificio del Club del Progreso, en Av. de
Mayo entre
Perú y Chacabuco (vereda impar)-
En algún momento ya de los años 40, cuando el Club abandonó su sede por la
decadencia de la sociedad que permitió que surgiera esta sociedad, y se
mudó a la calle Sarmiento, el edificio se transformó y destruyó en lo que
hay ahora. Es una verdadera desgracia arquitectónica, amén de un edificio
que entra en total disonancia con sus vecinos y con toda la avenida de
Mayo.
Después de la crisis del 30
el club se muda al el edificio del ex Hotel Prive
de los arquitectos LANUS y HARY
Después de la crisis del 30
el club se muda al edificio actual de la calle Sarmiento 1334
Barrio San Nicolás –
Zona de Tribunales.
Vista
del detalle de las puertas del Club del Progreso que aún
ostentan el emblema grabado en vidrio por artesanos
franceses. El globo y el barco de vapor simbolizan los
ideales de modernización y fe en el progreso que
caracterizaban a la época. Se acortaban las
distancias por mar y comenzaba la aventura del aire.
Espléndidas salas de billar, dormitorios para huéspedes,
salas de baile, de juego, magníficos baños, en fin, todo
el confort de la época se podía ofrecer en el suntuoso
establecimiento.
El hall se llama Justo José
de Urquiza- En ese hall de entrada velaron a Leandro Alem cuando tuvo un
accidente en coche cuando se dirigía al club.
Restaurante del Club del
Progreso (1852)
Funciona en el primer club social creado para pacificar el país después de la
caída de Rosas. El salón principal es un reflejo de la belle époque: boiserie
del techo al piso, parqué de roble, arañas de bronce y una chimenea de mármol.
El patio interno vale un almuerzo. El chef recomienda el cochinillo al horno de
barro y la costilla de novillo entera. La excentricidad del lugar es el pulpo
entero para 4 personas, preparado a la vista ($540). La anécdota: 17 presidentes
del Club del Progreso fueron presidentes de la Nación. La yapa: allí tuvo lugar
el último encuentro de Leandro N. Alem con sus amigos, antes de suicidarse.
Conserva la mesa donde lo velaron, los tapices, la galería de retratos de
políticos argentinos y un gomero de más de 100 años.
Comedor Diego de Alvear
Lucio V. López en "La
Gran Aldea" nos acerca una descripción del Club del Progreso en su momento de
mayor esplendor: "... es en un baile del Club del Progreso donde pueden
estudiarse por etapas 30 años de la vida social de Buenos Aires: allí han hecho
sus primeras
armas los que hoy son
abuelos ... ese centro esencialmente criollo, no ha tenido nunca ni la
distinción aristocrática de un club
inglés ni el chic de uno
de los clubes de París. Sin embargo, ser del Club del Progreso, era vip ...". Continúa diciendo
Lucio V. López: "... la entrada era cosa ardua: no entraba cualquiera; era
necesario ser crema batida de la mejor burguesía social y
política para hollar las
mullidas alfombras del gran salón o sentarse a jugar un partido de whist en el
clásico salón de los retratos ...".
Durante su período de
apogeo el Club del Progreso fue el telón de fondo de los principales sucesos
políticos. En sus salones se tramó la
revolución de 1874 y
además se refugió el coche de Cambacéres y Victorino de la Plaza cuando se
intentó el asesinato de Roca en 1879.
17
presidentes de la república han sido socios activos del Club del
progreso y cuatro de ellos lo presidieron.
Bernardo de
Irigoyen fue miembro del club del progreso cuando aun no tenia 30 años.
La aduana y
el Palacio Muñoa fueron las obras mas importantes de Taylor.
Sarmiento
fue socio del club del Progreso.
La doctora
Cecilia Grierson fue socia honorable de esta institución en 1887.
En 1903 se
hizo un banquete a Lola Mora por la escultura La fuente de las Nereidas
que tanto revolucionó
a la sociedad.
Corresponde
al Club del progreso el honor de haber creado en nuestro pais *la feria
del Libro*.
En la fría y
lluviosa mañana del 1 de julio de 1896 Leandro Alem se reunió en su casa
con amigos a los que había convocado de carácter urgente para hablar de
temas políticos. En un momento dado interrumpió el dialogo para ingresar
a buscar algo a su dormitorio, para salir al poco rato vestido con su
sombrero y su tradicional poncho de vicuña en el cuello.
Prometió volver en pocos minutos, y se subió a su carruaje rumbo hacia
el club El Progreso. Durante el trayecto, el defensor de los
desposeídos, se disparó un tiro en la sien que el cochero confundió con
la detonación de cohetes que se quemaban celebrando la fiesta de San
Juan y San Pedro. En su cuerpo se encontró una nota que decía
“Perdónenme el mal rato, pero he querido que mi cadáver caiga en manos
amigas y no en manos extrañas, en la calle o en cualquiera otra parte”.
A los 27 años Leandro finalmente recibido de abogado, logró ser incluido
en las listas de diputados nacionales del autonomismo. Fracasó en dos
oportunidades, pero alcanzó a ingresar a la legislatura provincial en
1872. En sus discursos no cejaba en llamar a la defensa del sufragio
universal. El cadáver fué piadosamente subido a uno de los salones del
club del Progreso, colocado sobre una mesa, cubierto el rostro varonil
con el poncho de vicuña, semivelado así a la gente de todas las
opiniones que acudía a saludarlo con lágrimas en los ojos. Los restos de
Alem reposan en el monumento a los caídos en la Revolución de 1890, en
el cementerio de la Recoleta. Más de cien mil personas se congregaron en
el sepelio de esta figura emblemática, de larga barba blanca y mirada
sincera y penetrante.
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