PLAZA

 

DE

 

TOROS

 

Arcón de Buenos Aires

 

 

 

LA PLAZA DE TOROS DE RETIRO

 

Las corridas eran el espectáculo mas popular de la ciudad junto a las riñas de gallos, los bailes o las carreras de caballos en los suburbios hasta que fueron prohibidas en 1819.

 

Las corridas de toros, como en toda la América española, estuvieron presentes en la mayor parte de las festividades públicas y para asistir a ellas se congregaba público entusiasta y de todas calidades. 

La primer corrida que se tenga noticias data del año 1609 en la plaza mayor actualmente plaza de Mayo. Se cerraba la Plaza a tales fines y, mientras se celebraban en la arena los combates, en los balcones del cabildo y otros sitios preferidos pugnaban las autoridades por precederse en los lugares de honor. Se la vallaba con carretas y barreras de madera. Luego se pusieron andamios que los alquilaban al publico. Generalmente los gobernadores o virreyes se acomodaban en balcones del Cabildo para ver los espectáculos. Allí se proyectó tener un lugar fijo para esos fines y se programó hacer esas corridas en un lugar establecido.

 

 

Hueco de Montserrat o CIRCO DE MONSERRAT

 

_Con el propósito de levantar un circo aunque para corridas de menos jerarquía, de sólo novilladas, el maestro carpintero Raimundo Mariño presentó en 1790 el proyecto de construir una plaza de Toros en terrenos baldíos del  "hueco de Montserrat" que posteriormente una parte de ellos formaron la plaza Moreno, en la actualidad absorbida por la Av. 9 de Julio.

Huecos se llamaba a los predios sin edificación.

_Ese baldío había sido adquirido por varios vecinos en el año 1781 con el propósito que alli se estableciera una plaza que sirviera de Mercado.

Esa plaza contaba con capacidad para dos mil espectadores y comenzó a funcionar a principios de 1791.

_Se dispuso la construcción de burladeros para seguridad de los que bajaran a la arena y podían alquilarse palcos por dos reales y por la mitad, gradas y tendidos. Las reuniones se hacían los días lunes y feriados de un solo precepto, quedando vedados los meses de enero y febrero para no apartar a las gentes de los trabajos de la siega. Un callejón entre las casas de Lezica, Las Heras, Piñero y Lorea, de la calle Montserrat a la plaza, hacía de toril. La prosperidad que se prometían los vecinos al construir la plaza de toros, se había desvanecido por la desvalorización del barrio.

 

La primera corrida formal:

 

 Se realizó en 1793, mientras que las oficiales y las de los domingos se seguían haciendo en la Plaza Mayor. No todas las corridas ostentaban la necesaria fiereza, ni todos los toreros la valentía que requería aquella fiesta brava. 

Un informante de hace casi dos siglos nos recuerda una realizada el año 1794 que sólo fue prestigiada por la presencia del Virrey don Nicolás Arredondo, que fue quien autorizó la construcción del Circo.

El maderamen del circo crujía por las noches poblando de presagios agoreros el ánimo de los vecinos inmediatos. 

 

Ocultos en las galerías, infinidad de malhechores atacaban con piedras, para luego despojar a aquellos que se aventuraban a pasar por allí desde la caída de la tarde. De día los toros y caballos muertos que permanecían en el sitio apestaban el ambiente y las reses bravas escapadas muchas veces provocaban la carrera y el alboroto de los enlazadores. Ya por entonces la calleja que hacía de toril recibía el merecido nombre de *calle del pecado*. Pronto la picaresca se extendió también a las casitas fronteras a la plaza, con ventanas como gateras y puertas macizas que se abrían directamente sobre los aposentos, propias para ser habitadas por gente pobre; la que pronto dejó el lugar a otros elementos que nunca pagaron alquiler, concediendo raras veces al dueño la gracia de devolver las llaves a la hora de partir. 

 

Los vecinos al verse tan perjudicados ofrecían además la suma de quinientos pesos para construir el mercado que pretendía Las Heras en 1781. La petición, formulada por don Matías de Chavarría como apoderado, estaba también firmada por Justo Pastor de Lezica, Martín Joseph de Altolaguirre, Juan Bautista de Mujica, doctor Domingo Antonio de Zapiola, doctor Mariano Medrano y otros vecinos de fuerte influencia. 

Esta precaria construcción subsistió hasta 1799 que el virrey Aviles motivado por las quejas de los vecinos la manda a demoler.

 

El Virrey dictó un auto el 27 de octubre de 1799, disponiendo que la demolición comenzara el miércoles de ceniza del año venidero. Con el nacimiento del siglo XIX el barrio vio con alivio la desaparición definitiva del circo levantado por Mariño. Se habían cumplido ya 114 corridas que dejaron 5.700 pesos para los contratistas y 7.296 para la obra del empedrado. 

Montserrat restañó dificultosamente las heridas infligidas por el circo en su tranquilidad y progreso, y se aplicó a la construcción de la plaza prevista para mercado mientras la gente de mal vivir se marchaba, sin ser lamentada, hacia el barrio del Retiro, donde se construyó un nuevo circo, escenario poco tiempo después, durante las invasiones inglesas, de hechos cruentos también, pero más gloriosos. 

 

La primera corrida que tuvo lugar en nuestra ciudad se realizó en 1609 en la Plaza Mayor, donde se siguieron levantando las construcciones para tal fin. Pero la envergadura y asiduidad de esos espectáculos determinó que se levantaran dos ruedos especiales para ello, en la Plaza de Montserrat y en la del Retiro, abarcando el período 1790-1819. Los días de funciones eran de excitación general y de mucho movimiento en la ciudad. La concurrencia era inmensa, populachera, distinguiéndose a los negros, chinos, zambos, mulatos, criollos y godos, civiles, curas y militares, todos juntos disfrutando de la fiesta.

 

 

PLAZA DE TOROS DE RETIRO

 

Martin Boneo intendente de policía fue el proyectista y constructor de la plaza de toros del Retiro que se inaugura en 1801 y se mantuvo en pie 18 años y fue demolida por decisión oficial. En Retiro se efectuaban las corridas los domingos y días de fiesta. Fue situada en una parcela que hoy corresponde al extremo sudoeste de la plaza San Martín entre las calles Santa Fe, Marcelo T de Alvear y Maipú. El Ñato era uno de los picadores mas famosos. La calle Florida, ntes llamada Del empedrado ya a principios del siglo XVII se convirtió en la primera calle con pavimento de piedra y ruta obligada para ir al circo de Toros de Retiro.

 

 

 La Plaza de Toros fue demolida en el año 1819 para construir en aquel terreno los Cuarteles de retiro.

 

En 1819 fue demolida la Plaza de Toros y se construyeron los Cuarteles del Retiro utilizando materiales de la antigua plaza de toros. En 1812 el gobierno dispuso los cuarteles bajo el mando de José de San Martín para el asiento de sus ganaderos y para ubicar su despacho. La unión de la antigua Plaza de Toros con los cuarteles, hicieron del lugar un sitio donde abundaban vendedores ambulantes, chinas cuarteleras (prostitutas), de esta forma el barrio adquiere el nombre de “Barrio Recio”.

 

Por supuesto que el nuevo circo era mucho más importante que el de Monserrat. Poseía una capacidad de 10.000 espectadores. Era de forma octogonal en estilo morisco y construido enteramente de ladrillos a la vista unidos con cal. Tenía una doble galería de palcos y gradas anchas con asientos corridos. La barrera tenía varias puertas utilizadas como burladeros. Además, disponía de una capilla y, por supuesto, de varios palcos oficiales, los que eran ornamentados de acuerdo al gusto de las autoridades. José María Peña anota "que el palco de Virrey en 1809 fue forrado en brin". Estos palcos estaban separados unos de otros, eran cubiertos y sus puertas dotadas de cerraduras.  Como curiosidad anotaremos que las sillas se alquilaban en el mismo circo o bien las traían los concurrentes de su propias casas.

 

Gozaron de enorme popularidad por lo que provocaban que verdaderas multitudes se acercaran a El Retiro. Ya vimos cómo al construirse la plaza taurina se tuvo necesidad de empedrar ex profeso, la calle Florida dotándola inclusive de la construcción de un puente por el cual sortear el Zanjón de Matorras  a la altura de la actual calle Viamonte.

 

Era así que las señoras, tras las ventanas, y la servidumbre en las veredas tomaban parte de un espectáculo extra contemplando el paso de la muchedumbre, que entre risotadas y comentarios llegaban a la plaza. A fin de medir la concurrencia y lo extraordinario de ésta, tenemos que tener en cuenta que su capacidad era de 10.000 espectadores cuando la ciudad no superaba los 40.000 habitantes. Es decir, que un 25 % se reunía a presenciar las faenas.

 

Si bien inicialmente se permitía la concurrencia femenina en el demolido Circo de Madera de Monserrat, en El Retiro la diversión fue exclusivamente cosa de hombres. La entrada era también popular ya que valía 15 centavos, el derecho de usar las graderías. Claro que había otros precios: los palcos salían 4 pesos y las filas de gradas a la sombra, 2 reales.

 

Uno de ellos fue "El Ñato", un popular picador del cual dice Wilde que: "murió al fin, después de repetidas proezas, en las astas del toro, quedando su caballo muerto a su lado. Según Robertson (seguramente se refiere a Juan, autor de las "Cartas de Sud América"), bien se merecía su trágico fin, pues había sido un asesino contumaz, y lo que hay de más particular es, que su oficio lo salvaba de la justicia". También gozaba de fama el picador José García, "El Viejo", que aún a los 60 años se desempeñaba con eficacia.

 

En la demolición del circo intervino el maestro Juan Bautista Segismundo, quien al parecer se ocupó de emplear los materiales rescatados para la construcción del cuartel conocido como de Artillería, erigido en la meseta en 1823.

 

 



Hasta aquí las principales corporizaciones del modelo español, que condicionó espacialmente el futuro desarrollo de la ciudad. Sobre esa estructura urbana hispana vino a establecerse el modelo francés, que transformó principalmente la resolución paisajística de acuerdo a pautas de uso y estética, acentuándose el cambio en lo visual y en lo social.

 

 


Entre 1800 y 1910, por influencia de España, en Buenos Aires eran bastante comunes las corridas de toros. Hubo algunos puntos de reunión en los cuales se celebraban estos encuentros: en ocasiones especiales la actual Plaza de Mayo, y en otros lugares había predios a tal efecto como en el barrio de Belgrano, o en la zona de Lima y Venezuela, y en la foto que aquí se muestra en el actual Parque Lezama en el barrio de San Telmo. Foto de Febrero de 1902. A.G.N.


 

PORQUE SE PROHIBIÓ?

 

 Por el amontonamiento de gente que producían disturbios y los vecinos de la Iglesia solicitaron al Virrey  el traslado de la plaza de toros a un lugar que estuviera fuera de la ciudad. Así es como se elige El Retiro para instalar la nueva plaza de toros, inaugurada el 14 de octubre de 1801.

Las corridas en el Retiro se prohibieron en 1819 porque el general Eustoquio Díaz Vélez las suprimió. Además ordena que la plaza fuera demolida.

 

En 1801 se construyó la de Retiro.

 

Estuvo ubicada en el extremo S.O. de la actual plaza San Martín, entre Santa Fe y Marcelo T. de Alvear y Maipú.

 

 En la parte alta tenía palcos de madera y en la baja una gradería. En las primeras épocas sólo tomaba parte lo mejor de la sociedad de Bs As, porque era un juego de caballeros. Pero cuando el juego cayó en desgracia, se lo dejó para los mulatos y mestizos. La ceremonia de presentación fue muy interesante, al toque de clarín aparecía el alguacil quien solicitaba la llave para abrir el toril y de este modo dar lugar a la salida al ruedo del toro.

 La Plaza de Toros del Retiro era  donde hoy está la plaza San Martín, zona brava conocida como "barrio recio". La construcción circular  era un edificio de ladrillo a la vista, con palcos de madera y gradas en la parte baja. Albergaba a 10.000 personas,  no era poco, en una ciudad de cuarenta y cuatro mil habitantes. Para facilitar el acceso se empedraron las calles Florida y Maipú. La elite y los desplazados se miraban frente a frente, como ahora, en las tribunas. Cuando todos iban a ver los toros. Hasta que fue prohibido, en 1819, éste fue el espectáculo deportivo que apasionaba a multitudes en Buenos Aires. La última corrida de toros se hizo en 1821.

 

 

 

Ayer y hoy...Retiro superpuesto...la imagen redonda era la plaza de toros, hoy plaza San Martín

 

 

 

En la Plaza de Monserrat se construyó el circo (Plaza de Toros) en 1791 con un contrato por cinco años, los beneficios que produciría eran para el empedrado de las calles. Tuvo capacidad para 200 espectadores. No concurría un público distinguido pues se encontraba distante y enclavada en medio de andurriales. Los vecinos comenzaron a quejarse al virrey Feliú exponiéndole todos los inconvenientes que traía al barrio: la poca seguridad del establecimiento permitía que escaparan animales bravíos; los malhechores aprovechando la oscuridad de la noche y la soledad del lugar para asaltar a los transeúntes; lo recaudado para el empedrado no era tan abundante como se había presumido. Así por decreto se demolió a principios del 1800.

 

 

 

 

 

Hacia 1812 fue en ese lugar donde se dispusieron los cuarteles para el asiento de los granaderos al mando de don José de San Martín. Esos años de coincidencia de la plaza de toros con los cuarteles hicieron de la zona un lugar de costumbres dudosas, con mujeres de mala vida, y personajes de actividades sospechadas, y fue el escenario perfecto para la marginalidad de los inicios del tango. Da marco a un conjunto urbano histórico de gran valor arquitectónico por la magnitud de los edificios emblemáticos que la rodean: el Kavanagh, el Hotel Sheraton, el Palacio Anchorena, donde hoy funciona el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, la embajada de Francia, entre otras, y el Palacio Paz, donde hoy funciona el Círculo Militar. Esta plaza fue declarada lugar histórico y pertenece a la Dirección General de Patrimonio.

 

Las damas preferían el teatro, la ópera y las veladas, que eran reuniones literarias y musicales realizadas en las casas. Eran la ocasión ideal para conseguir novio.

 

Ignacio Lucas Albarracín, sobrino de Sarmiento, creó la Sociedad Protectora de Animales en 1869. Inició campañas para terminar con las corridas de toros y la práctica del tiro a la paloma en el país. Logró, en 1885, que las frecuentes riñas de gallos dejaran de ser legales. Además, en 1908 Albarracín ideó el Día del Animal.