Muy poca es la
documentación que queda para reconstruir la historia del edificio. Según
el testimonio de Manuel Chopitea, hijo de Alfredo, cuando en los años 70
cerró la inmobiliaria que tenían para administrar sus propiedades, los
documentos de todos los edificios que ahí estaban archivados (planos
originales, lista de inquilinos, escrituras y muchos más) se los llevó un
botellero, precursor de los actuales cartoneros.
Tampoco existen los
expedientes de la obra que estaban en la entonces Municipalidad de la
Ciudad de Buenos Aires.
A pesar de esto, con
los testimonios de las personas entrevistadas y la documentación hallada,
la historia del edificio puede ser contada como sigue.
Igual que los bebés,
el Palacio de los Patos vino de París. Cuenta Manuel Chopitea que su
familia viajaba frecuentemente a Europa. En uno de los paseos que hacía su
padre por las calles de París, vio un edificio que lo fascinó y ahí mismo
nació la idea de construir uno igual en Buenos Aires. Buscó al arquitecto
que había construido ese edificio y le contrató el diseño del futuro
Palacio de los Patos. Ese arquitecto era Henri Azière. Basado en las
dimensiones del terreno dadas por Alfredo Chopitea, Azière confeccionó los
planos del edificio.
Manuel Chopitea
recuerda que estos planos los trajo su madre en un enorme tubo de
hojalata, cuando ella y sus cuatro hijos volvían a Buenos Aires, en el
buque Andes, después de haber vivido cuatro años en Suiza a causa de una
enfermedad de la Sra. Chopitea. Ese viaje fue en el verano de 1926. Al
recibir los planos, Alfredo Chopitea no quedó conforme con el diseño del
futuro edificio. En el proyecto original había una cantidad menor de
departamentos porque que todos eran de mayor tamaño. El patio central era
más ancho, más que patio era una calle. Los otros patios interiores tenían
dimensiones menores, eran espacios para aire y luz solamente. Con el
acuerdo del propietario, el arquitecto Julio Senillosa modificó los planos
para aumentar el número de unidades.
También, fue cambiada totalmente la
distribución interior aumentando la superficie dedicada a los patios para
dar más aire y luz a los departamentos. En otras palabras, de los planos
de Azière solamente fue conservado el estilo de las fachadas. Por dentro,
el edificio es un reflejo de las convicciones que tenía Senillosa de cómo
la arquitectura de viviendas debía satisfacer las necesidades de sus
habitantes. El resultado final de estos cambios fue un proyecto que logró
equilibrar los intereses económicos de Chopitea, el dogma académico de
Azière y la sensibilidad social de Senillosa.
Entretanto, el terreno
donde iba a ser construido el edificio fue escriturado el día 28 de
octubre de 1926. Su anterior propietaria era María Insúa de Coulín,
descendiente de la familia dueña de estas tierras desde 1839. Toda la
manzana estaba ocupada por una quinta que producía frutas y verduras y era
explotada por un italiano de apellido Damico o D´Amico. Sobre el edificio
y el terreno, algunas publicaciones mencionan: "...ocupa (el edificio)
media manzana que se pensaba completar con otra construcción que la
cerrara simétricamente". Manuel Chopitea no recuerda si su padre
proyectaba construir un edificio similar pero sí recuerda que intentó
comprar la otra mitad de la manzana. Su dueño no se la quiso vender, años
después cambió de idea pero ya eran otros tiempos y la arquitectura urbana
había evolucionado a otros estilos. Hoy únicamente queda la imaginación
para "ver" qué construcción monumental sería dos Palacios de los Patos
juntos. Siguiendo con la historia, el permiso para edificar, dado por la
Municipalidad, está publicado en la revista El Arquitecto Constructor, Nro.
374 del 1 de diciembre de 1927, pero el mes en que realmente comenzó la
obra no se conoce.
En el archivo de AySA,
ex Aguas Argentinas, ex Obras Sanitarias de la Nación, existen planos de
las plantas del edificio correspondientes a las instalaciones de agua y
cloacas. Estos planos tienen un sello de aprobación con la fecha 8 de mayo
de 1929 . Esta fecha es la única referencia escrita sobre la posible fecha
de finalización de la construcción del Palacio de los Patos. El
estilo aristocrático y la calidad del edificio atrajeron rápidamente a
familias deseosas de habitarlo. Nunca fue necesario publicar avisos para
buscar posibles inquilinos, por el contrario, siempre hubo listas de
espera para alquilar los departamentos. Estas listas también existieron
desde que los departamentos comenzaron a ser vendidos y continúan en la
actualidad.
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(FOTOS PANORÁMICAS)
Los primeros
inquilinos
Los primeros
inquilinos pudieron haberse instalado en febrero o marzo de 1929. En el
mes de abril ya había 53 familias, como es demostrado en el capítulo
dedicado a los habitantes de la casa. Hay propietarios, descendientes de
esos primeros inquilinos, que afirman que sus abuelos o padres llegaron a
vivir al edificio cuando aún no estaba terminado. Se supone que la obra
finalizó durante el primer semestre de 1929. La tradición dice que entre
los primeros inquilinos hubo algunas familias de buena cuna pero de
delgada billetera. En otras palabras, eran venidos a menos que no podían
mantener sus residencias o hijos de familias de clase alta pero sin
suficiente fortuna para tener su casa propia. Además, la crisis comenzada
en 1929 contribuyó a aumentar las personas obligadas a restringir su modo
de vida.
En este edificio, ellas encontraron un castillo ideal en donde
esconder sus penurias, amortiguar la "cuesta abajo de su rodada" y, al
mismo tiempo, aparentar que todo seguía igual. Una visión más crítica de
este tema, pero que no coincide con la verdadera historia, es la del
escritor Juan José Sebreli: "El fetichismo domiciliario llega a
extremos que hasta hace poco tiempo existían determinadas casas de
departamentos -la más famosa es el enorme edificio de la calle Ugarteche
al 3000, conocido en el folklore local con el significativo nombre del
Palacio de los Patos- con alquileres baratos, pero convencionalmente aptos
para gente elegante, por lo cual constituían verdaderos refugios para las
familias-bien-venidas-a-menos. Entre sus habitantes se contó la viuda de
Sáenz Peña." (Buenos Aires. Vida cotidiana y alienación.)
Quizás el primer
propietario soñaba con que su edificio pasara a la historia como el
Palacio Chopitea pero el cruel humor porteño le frustró la ilusión. Tan
rápida fue la fama que ganó el edificio que lo bautizaron como el Palacio
de los Patos antes de nacer o, mejor dicho, sin esperar a que estuviera
terminado. Para aquellos no iniciados en el lunfardo porteño, "pato" es la
persona que carece de dinero, palabra que viene de la imagen del plumaje
siempre seco del pato. A su vez, "seco" en España, Argentina y en otros
países hispanohablantes es sinónimo de falto de dinero.
Pero la leyenda de los
"patos" es parcialmente cierta porque no todos los inquilinos eran venidos
a menos. En el capítulo dedicado a los habitantes se vuelve a tratar este
tema.
Desde 1949, con la
sanción de las leyes de Propiedad Horizontal y de Congelamiento de
Alquileres, las casas de renta dejaron de ser un buen negocio. En 1956, el
propietario decide ofrecer a los entonces inquilinos la venta de los
departamentos que ocupaban. En su gran mayoría, los inquilinos aceptaron
la oferta de venta porque el precio y las condiciones eran muy
convenientes, inclusive se ofrecía la financiación de la compra. Las
primeras escrituras de compra se formalizaron en septiembre de 1956. En
junio de 1957 sólo quedaban 16 departamentos sin vender o escriturar.
El 29 de agosto de
1956 se formalizó ante un escribano la constitución del Consorcio de
Copropietarios de Ugarteche 3050 y de su reglamento de copropiedad, el que
aún sigue vigente. La administración quedó a cargo de la firma Suffern
Moine y Cademartoni, la que también participó en el proceso de venta de
los departamentos.
La primera asamblea
general ordinaria de copropietarios se celebró el día 28 de julio de 1957,
en las oficinas de Suffern Moine y Cademartoni, en Florida 946. En esa
asamblea fue aprobado el poco conocido Reglamento Interno. En el acta de
la asamblea está escrito: "El cumplimiento de las cláusulas del
presente Reglamento logrará restituir a la propiedad su calidad y
prestigio anterior, del que eran celosos guardianes tanto el propietario
como los inquilinos, hoy copropietarios."
También se aprobó el
cambio de numeración de los departamentos, tema que se comenta más
adelante, y se nombra el primer Consejo de Administración. En la asamblea
del 14 de septiembre de 1959, los copropietarios, con un único voto en
contra, deciden destituir a la empresa administradora y "declarar la
independencia" con la adopción de la auto-administración del consorcio.
Desde esa fecha, el Palacio de los Patos ha sido siempre administrado por
un propietario.
Hasta aquí, el relato
de los primero años de la casa, la historia continúa pero ya se relaciona
con hechos más actuales y sus actores están presentes. Contar esos hechos
queda para más adelante. Es posible anticipar que no ocurrió nada
espectacular, sólo los sucesos normales que pueden ocurrir en un grupo
humano con 144 voces y opiniones.
Como resumen de la historia del edificio, esta es una breve cronología de
su vida.