El estilo del palacio, ecléctico-modernista, suma aportes pompeyanos y
etruscos. Como en otras de sus obras, Colombo dio tendencia a la
decoración "zoológica", en este caso, con leones de amenazantes fauces
abiertas: seis, en el frente, y unos 30, en el interior. Pero también hay
águilas y cabezas de vaca, además de cuatro cariátides de dos metros en el
último piso y, en la mitad de la fachada, un hermoso bajorrelieve, con
ángeles y ninfas.
Desde las arañas tipo Tiffany, los coloridos vidrios de las puertas,
las ornamentaciones que se desarrollan en las paredes y todos los detalles
que evidencian la ejecución “a medida”, dan cuenta de la infinita
minuciosidad del dibujo, la estupenda calidad de los materiales y la
experiencia y profesionalidad de la mano de obra empleada. Sabido es, ya lo
hemos dicho en alguna nota, que Colombo tenía su propia cuadrilla de
operarios, traídos expresamente de Italia para trabajar en sus obras, que
por cierto abundaban en esos años.
El edificio Grimoldi está dividido en dos mitades simétricas, con entrada
principal a las unidades del primer cuerpo, en el 2254 de Av. Corrientes. El
frente, realizado en parte en imitación piedra oscura y en otra revocado, es
en verdad digno de estudio, y de no ligera descripción. Así, los balcones
del primero y segundo piso aparecen enmarcados en una columnata clásica que
se destaca en el extenso frente. En las bases de las columnas, a la altura
del cielorraso de la planta baja, rugen cuatro pétreas cabezas de león,
restauradas no hace mucho; y mientras las barandas de los balcones del
segundo piso son de rejas, las del primero están realizadas en maciza y
decorada mampostería, igual que en el tercer piso.
En el cuarto piso del cuerpo principal están los departamentos más lujosos, de 250 m2,
cuatro baños, roble de Eslavonia y puertas curvas con vitraux. Y en el
quinto de ese sector se encuentra el departamento de 500 m2 que fue la
vivienda de los Grimoldi. Es, en realidad, la primera parte de un dúplex que
se completa con toda la planta superior, el sexto piso, donde se hallaba el
jardín de invierno.
Estos ambientes -que incluían cuartos de huéspedes, biblioteca y salas de
lectura y hasta dos patios- pertenecían al primero y segundo cuerpo y están
unidos por un puente en forma de herradura.
El edificio cuenta con 8.200 m2 cubiertos en los 24 metros de frente x 87 de
fondo.
haga
click en la imagen para ampliar (fotos panorámicas).
Bajo los ventanales del cuarto piso lucen dos blancos frisos poblados de
querubines, mientras que el quinto, si bien participa de los lineamientos
característicos generales, tiene un diseño distinto a los cuatro pisos
anteriores.
La entrada principal tiene un cielorraso abovedado de placas de mármol, en
tanto que los muros laterales están cubiertos de frisos con motivos
clásicos, también de mármol. También en ella podremos ver un grandioso
pórtico de madera tallada, con dos cariátides, que da acceso al palier del
ascensor, que es también una pieza de colección, seguramente única en el
mundo.
Los patios interiores, lógica y lamentablemente, no pueden ser vistos desde
la calle.
Mejoras y problemas
Luego de pasar por varios dueños después de los Grimoldi, en 2004 lo
adquirió Daniel Bocchimuzzi. El objetivo inmediato fue ponerlo en valor, mediante trabajos en muros
agrietados, parar la humedad de los techos y cambiar las cañerías. Modificó
baños, puertas y ventanas que no correspondían a la construcción original.
Ahora, calcula, están "ajustados a ella en un 99%". Los departamentos en su
totalidad están alquilados como oficinas. Hace tiempo, la pasión purista del
propietario hizo sacar las cajas exteriores de los acondicionadores de aire.
"No volverán, mientras yo sea el dueño", enfatiza.
Señala que el 1% restante no le pertenece: dos locales comerciales, a los
que se suma un quiosco de diarios y una romería de vendedores ambulantes.
Dinastía zapatera
La familia Grimoldi y más de un siglo a los pies de los argentinos
No son tantas las empresas
familiares que llegan a la tercera generación. Grimoldi lo logró: lleva mas de 100 años en la fabricación de zapatos, con
altibajos, como cualquier compañía con historia, y mucha destreza para
superar los vaivenes de la economía local. El apellido Grimoldi está
asociado desde hace más de 100 años a la memoria de los porteños. Alberto
Grimoldi fue un inmigrante italiano que en 1895 fundó una fábrica de
calzados, que logró inmensa popularidad a través de los años, y que, como
sabemos, aún existe. ¿Quién no recuerda a Grimoldi como “la marca del ½
punto".
Recibe Alberto Grimoldi
(hijo), gerente de la casa, en el salón del directorio, una mezcla de sala
de convenciones y living de familia tradicional, al que no le falta la gran
mesa para debates, la biblioteca ni las fotos que repasan la historia del
negocio: desde la primera fábrica y la boutique mayorista hasta un grupo de
empleados de 1910.
"En la década del 50 fuimos los fabricantes más importantes de América
latina, en los 80 casi nos fundimos, en los 90 despegamos (tanto que
cotizamos en la Bolsa de Valores) y en 2001 tuvimos que dar un golpe de
timón para sobrevivir." Secretos de cómo pasar todas las crisis, seguir
apostando al país, vender 4600 pares de zapatos por día y renovarse con la
última tecnología.
-Un panorama de Grimoldi hoy...
-Somos un multimarca con 170 locales. Trabajamos con Hush Puppies,
Timberland, Caterpillar, Kickers, Merrell, Patagonia y, desde este año,
también con Franco Sarto y American Pie. También vendemos en forma mayorista
a comerciantes independientes. Y tenemos licencia de todas las marcas
importadas para fabricar parte de la colección en el país.
-¿Por qué casi se funden en los años 80 y cómo lo evitaron?
-Un estudio de mercado dio como resultado que Grimoldi era un negocio que
tenía prestigio y calidad, pero ofrecía un producto aburrido. Esto nos
sirvió para seleccionar mejor la mercadería y apuntar a un público más
joven. Por otro lado reemplazamos el modelo de negocio familiar por la
profesionalización de la empresa. En otras palabras, contratamos gente
idónea. De la familia quedamos sólo mi padre y yo.
-¿Cómo superaron la crisis de 2001?
-En diciembre de 2001, cuando estalló la crisis, importábamos casi todo. Con
la moneda devaluada, de un día para el otro comenzamos a fabricar todo acá,
excepto 93 pares, las muestras traídas de afuera. Por ser una empresa con
credibilidad encontramos apoyo en nuestros acreedores: los bancos, los
licenciatarios (dueños de las marcas) y los importadores brasileños, que nos
dieron un año de gracia sin pagar y tres para renegociar la deuda. Así
salimos.
-¿Toda la producción se realiza en planta propia?
-Nosotros tenemos la licencia para fabricar acá muchos de los productos de
las marcas internacionales que trabajamos, pero otros estamos obligados a
importarlos. Por ejemplo, de Timberland podemos fabricar varios de los
modelos de zapatos, pero no la colección de ropa. Así, de la producción
total (1.600.000), 500.000 los hacemos en nuestra planta, 200.000 los
importamos y los 900.000 restantes los mandamos a hacer en fábricas locales.
-Hay pares que hicieron historia en Grimoldi...
-Hay tres modelos de diferentes épocas: los Kickers colegiales, caballito de
batalla de muchos años. Un modelo de mocasines más antiguos y,
recientemente, las ojotas de Hush Puppies con hebillas al costado y suela
anatómica. Todos vendieron más de un millón de pares.
-Justamente acaban de hacer un acuerdo con la diseñadora Vero Ivaldi para
una edición especial de Kickers.
-Es una estrategia para modernizar, darle un plus de diseño a este clásico.
Además, hay siete nuevos modelos muy cancheros de esta bota que incluyen
estampas animal print, tonos metalizados y tachas.
-¿Cómo sigue la historia?
-Vamos a ofrecer franquicias. Desde 2004 recibimos llamadas de comerciantes
de zonas del interior interesados en llevar nuestros productos.
Durante dos generaciones, la familia
Grimoldi se especializa en los zapatos. El abuelo Tomás, nacido en el Lago
de Cuomo, en Italia, puso los cimientos a lo que hoy es un grupo con 113
años de historia y posee la licencia de varias marcas que están en el
firmamento internacional. Viven once de los
doce nietos de Enrique y Margarita.
En una nota del diario Clarín, se cuenta que en 1950, “cuando el PBI de la
Argentina era el más poderoso de América latina, Grimoldi llegó a ser la
número uno del continente. Según Alberto Grimoldi, gracias a una estrategia
que consistió en marcas, en introducir la medicina en el calzado para
chicos, ya que sus zapatos permiten la corrección del pie y por haber
adaptado un invento español, el gomicuer, que hizo que el calzado durara
años”.
Casa sobre Av.
Rivadavia construida para Alberto Grimoldi donde hoy existe
un supermercado,
una casa demolida realizada por
Alejandro Virasoro (1892
-
1978)
que fue un prolífico
arquitecto y
constructor
argentino reconocido
como figura principal del estilo
Art Decó en su país.
Sus obras más notables en
Buenos Aires son
La Equitativa del Plata,
el
Banco El Hogar Argentino
y la
Casa del Teatro.
También realizó numerosos trabajos en
Mar del Plata,
Rosario y
Tucumán.
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