ISADORA

 

DUNCAN

 

Arcón de Buenos Aires

 

 

 

 

Desnuda, envuelta en la Bandera Argentina, y descalza una afamada mujer se atrevió y bailó el Himno Nacional.
Fue una noche.. en un café de estudiantes de Buenos Aires.
Era el año 1916. Ella había venido de Norteamérica a bailar nada menos que en el Teatro Colón.

 

 A la mañana siguiente su osadía se hizo publica. El empresario que la había contratado rompe el contrato, y las buenas familias devuelven sus entradas. La prensa inmediatamente exige la expulsión de esta mujer extranjera que había venido a la Argentina a mancillar los símbolos patrios.

 

 Esta extraordinaria bailarina tenía en ese momento 38 años y  particularmente en Europa,  su fama y su éxito había llegado muy lejos.

 

   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

bailando el Himno Nacional.

 

 

Luego del episodio en Buenos Aires, antes de partir para Montevideo Isadora tuvo que dejar su abrigo de armiño y sus pendientes de esmeraldas como garantía del pago en el Plaza Hotel, ya que sus gastos eran excesivos. La piel y las joyas habían sido regalos de su ex amante Paris Singer, un hombre extraordinariamente rico, heredero del imperio Singer de las máquinas de coser, y que había financiado muchas de las aventuras artísticas de Isadora.

 

 

Ella baila porque bailando goza, y baila lo que quiere, cuando quiere y como quiere, y las orquestas callan ante la música que nace de su cuerpo. Con un estilo basado en la danza de la Antigua Grecia, dio una serie de recitales en Londres que despertaron el entusiasmo hacia su persona. Isadora revolucionó el baile, uniendo toda creación musical a la danza individual y colectiva, con toda libertad.

 

 

Sus orígenes

 

Isadora Duncan (1877-1927) nació en San Francisco, California. Su nombre original era Dora Ángela, pero desde pequeña adoptó el nombre de Isadora. Su familia estaba arruinada y su padre acabó en la cárcel acusado de planear un robo a un banco poco después de haber nacido Isadora. A los cinco años de edad anunció a su familia que deseaba ser bailarina, y es así que se obsesionó por la danza, logrando alcanzar la perfección clásica. A los 10 años abandonó la escuela para dedicarse a esta actividad y a los 17 se fue a los Estados Unidos, a la ciudad de Nueva York, donde se incorporó a la compañía del dramaturgo Augustin Daly.

 

 

Tuvo una vida íntima tan poco convencional como la expresión de su arte, y vivió siempre al margen de la moral y las costumbres tradicionales. La vida privada de Isadora no estuvo nunca exenta de escándalos, ni tampoco de tragedias Las más importantes ciudades europeas pudieron extasiarse ante la nueva estrella, a la que llamaron "la ninfa". Apasionada, bellísima y maravillosa, ejercía un poder de seducción irresistible entre cuantos la rodeaban.



Sus amores

 

 Isadora Duncan era bisexual, y mantuvo relaciones con algunas mujeres conocidas de su época. Su primer amor duradero el escenógrafo inglés Edward Gordon Craig, con el que tuvo a su hija llamada Deirdre. Luego, con el millonario Paris Singer (heredero del imperio de las máquinas de coser Singer) tuvo a su segundo hijo, Patrick. Y entre sus amantes estuvieron Mercedes De Acosta, Oscar Berege, Eleonora Duse y Heinrich Thode.

 

 

 Se casó con el poeta ruso

 

 En 1912 se casó con el poeta ruso Serguei Esenin, diecisiete años menor que ella y también bisexual. Ambos viajaron juntos por el mundo pero al volver a los Estados Unidos fueron acusados de comunistas, por lo cual tuvieron que regresar al continente europeo. Este tenia carácter violento y tenia adicción al alcohol. Eso ayudo para que el matrimonio no prospere. Al año siguiente Esenin regresó a Moscú, donde sufrió una profunda crisis a raíz de la cual fue ingresado en una institución mental. Se suicidó poco tiempo después (28 de diciembre de 1925), aunque se ha especulado con la posibilidad de que fuese asesinado.

 

Serguei Esenin

 

 

 

La muerte de sus  pequeños hijos.

 

Isadora eligió ser madre soltera, y tuvo dos hijos. Aunque no quiso revelar el nombre de los padres se sabe que fueron del diseñador teatral Gordon Craig y de París Singer, hijo del magnate de las máquinas de coser Isaac Merritt Singer. En 1913 sucedio lo inesperado ya que mueren sus dos pequeños hijos en un accidente de auto cerca de París. Este incidente alteró su vida de una manera definitiva.

 

 

 

Como fue?

 

Un día, agobiada por los ensayos, confió los niños a la institutriz para que los llevara en automóvil a Versalles. Patrick (de tres años) y Deirdre (de cinco). Minutos después, el auto bordeaba el Sena y, al girar para cruzar uno de sus puentes, los frenos no respondieron a la voluntad del chofer.
El coche se precipitó en las oscuras aguas y los dos niños perecieron ahogados.
Ocho meses después de esta gran tragedia tuvo otro hijo, el cual murió a los veinte minutos de haber nacido. Esto la sumergió en una profunda depresión (intentó suicidarse en varias ocasiones), se volvió adicta al alcohol y a los excesos sexuales, y por un tiempo estuvo alejada de los escenarios.
Varias veces pensó en quitarse la vida, pero siempre la disuadió la idea de que otros niños, empezando por los alumnos de la escuela que había creado en 1904, estaban necesitados de ella. Comenzó a participar en campañas benéficas y trató de llevar sus enseñanzas a diferentes países.

 

 

Su muerte

 

La vida de la bailarina sufriría aún otras agitaciones: su fama comenzó a declinar, entabló nuevas pero dolorosas relaciones amorosas y se frustró, después de penosos esfuerzos, la posibilidad de crear una escuela de danza en la flamante Unión Soviética. En 1927 estaba en Niza, envejecida, agotada y sin dinero. A la edad de 50 años subió a un auto deportivo manejado por un joven y atractivo chofer italiano. Pocos segundos después murió asfixiada por su propia chalina, que se había enganchado en la rueda trasera de la Bugatti. Isadora Duncan fue incinerada, y sus cenizas fueron colocadas en el columbario del Cementerio del Père-Lachaise (París, Francia).
En el Panteón de San Fernando de Ciudad de México, hay un nicho de homenaje a su nombre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  El barco que la traía desde Río de Janeiro atracó en Buenos Aires a principios de julio e Isadora se encontró con una primera dificultad: las cortinas y alfombras que acompañaban sus recitales no habían llegado y tuvo que encargar otras nuevas porque la primera presentación estaba programada para pocos días más tarde. El costo era aproximadamente de 4000 dólares y como no tenía efectivo para afrontar este gasto inesperado, arregló pagar a crédito. Las partituras orquestales de sus programas también estaban en viaje desde Francia, pero fue fácil reemplazarlas gracias a la ayuda del director del Conservatorio de Buenos Aires, que prestó las partituras de la biblioteca de la institución.

 

 

 

       
           


 

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