INSTITUTO BIOLÓGICO ARGENTINO

 

 

 

En el subsuelo estaban las calderas, depósitos, tanques y cámaras refrigeradoras. En la planta baja se destacaban tres portones con paredes y pisos de mármol y cielorrasos decorados. Toda la carpintería es de hierro y revestida con láminas de bronce. Un detalle: el ascensor es una cabina de hierro forjado, forrada en madera de roble previamente tallada. En el primer piso estaba la dirección y administración y en el segundo, todo lo relacionado con los gabinetes y laboratorios científicos

 

En Av. Rivadavia 1735, fue inaugurado el 8 de agosto de 1927. Desde 1997 pertenece a la Auditoría General de la Nación.
 

Ubicado frente a la Plaza de los Dos Congresos fue diseñado por el arquitecto italiano Atilio Locatti. Fue declarado “Monumento Histórico” de la Ciudad de Buenos Aires, y cuenta por ello con “Protección Patrimonial Estructural” del Estado, al igual que otros edificios que por su valor histórico, arquitectónico, tipológico, urbanístico o simbólico caracterizan un espacio urbano o son testimonio de la memoria de la comunidad. La poderosa empresa Instituto Biológico Argentino ordenó la construcción de este edificio para un uso mixto: en los primeros niveles se desarrollaba la actividad científica y desde el tercero hasta el décimo piso se construyeron –para renta– departamentos de variadas dimensiones. Ambas funciones fueron conciliadas por una fachada telón de estilo neoveneciano que remata con un conjunto escultórico inspirado en la torre de San Marcos de Venecia.
Su bella fachada, finamente ornamentada, respeta las características de los palacios renacentistas venecianos, a saber: basamento, piano nobile (planta baja y primer nivel), desarrollo y coronamiento.
 

El reloj ubicado en la parte superior, similar al veneciano, fue construido especialmente para este edificio por la empresa Fratelli Miroglio, de Turín, en 1926, y su cuadrante es de dos metros y medio de diámetro. Sobre el cuadrante, dos esculturas en bronce y fundición de hierro de tres metros y medio de altura representan a dos campaneros autómatas que señalan la hora al golpear con un martillo una campana que ocupa el centro del conjunto, donado por el Duque de Aosta. En la Ciudad de Buenos Aires hay sólo dos relojes de estas características: el del edificio Siemens, ubicado en la Diagonal Sur y próximo a la Plaza de Mayo, y el del edificio de la AGN, hoy totalmente restaurado y en funcionamiento.

Entrada la década de 1940 el antiguo edificio del Instituto Biológico Argentino fue aparentemente expropiado por el Estado y constituído como sede del Instituto Nacional de Previsión Social. Aunque no se han encontrado hasta ahora constancias fehacientes, algunas referencias permiten inferir a que allí tenía un despacho Eva Perón. Con posterioridad, funcionaron diversos organismos dependientes de la AFIP, la DGI, y la ANSES. Finalmente, en 1997 fue destinado a la Auditoría General de la Nación.

La torre del reloj que remata e identifica al edificio nos remite directamente al conjunto escultórico de 1496 ubicado en la Plaza de San Marco, en Venecia. A partir de la información recopilada es posible afirmar que tal inspiración es absolutamente directa: en ocasión del estudio preliminar de la obra, un amigo veneciano le envía al arquitecto Atilio Locatti una postal del reloj de los moros en donde vuelca datos precisos y concretos respecto de su ingeniería, formas y dimensiones.

Es de presumir que el proyecto original no contaba con tan preciado coronamiento, pues en la documentación oficial de la obra aparece, en su lugar, un humilde lavadero. Asimismo, en fotografías de la etapa de la construcción del edificio, la torre del reloj ni siquiera se insinúa, pese a que gran parte de la fachada está ornamentada. Sin embargo, en una acuarela del frente fechada en 1924 se aprecia contundentemente la inclusión del orologio en el conjunto. Esta contradicción se debería a vaivenes del proyecto. Fue quizás un enriquecimiento estético el que hizo posible que hoy la torre del reloj sea uno de los hitos reconocibles de la Plaza de los Dos Congresos y de la Ciudad.

La construcción del conjunto escultórico y de la maquinaria fue encomendada a Miroglio Hermanos, la afamada firma de Turín fundada en 1898. La vasta documentación fotográfica aportada gentilmente por el maestro relojero Alberto Selvaggi hizo posible desentrañar su proceso constructivo: en 1926 aún se encontraba en Italia; la prueba de funcionamiento fue presenciada por Su Alteza Real el Duque de Aosta, en la mismísima ciudad de Turín. El artista que se encargó de la fundición de los vulcanos del reloj fue Vedani, quien rediseñó el modelo de inspiración veneciano, estilizando y arropando sus figuras.

No menos difícil fue el montaje de una obra de tal magnitud (recordemos que sólo la campana, de bronce y plata, pesa dos mil kilos y que cada uno de los autómatas que acompañan las campanas mide tres metros y medio de altura, y se balancea en el espacio a partir de un único eje que le atraviesa una pierna). Sin embargo, la precariedad del andamiaje, la no existencia de medios de elevación motorizados, la condición del frente ya ornamentado en su totalidad, no obstacularizaron la tarea.

La máquina del reloj está conformada por un complejo sistema electromecánico que regula el dispositivo de movimiento de los autómatas, la sonería –que es independiente de ellos– y los propios engranajes del reloj.

Nos encontramos pues con intrincados y enlazados elementos de transmisión de movimientos que se accionan a cada hora, con la particularidad de repetir las campanadas 10 minutos después de la hora. El sistema de recuperación de cuerdas y contrapesos es también electromecánico, con un ciclo total de 36 horas. Otro artilugio interesante de observar es el sistema de engrasadores, que acompañan a los tensores en los puntos salientes de su recorrido para sostener un contrapeso que termina en el subsuelo sobre una cama de arena.

 

 

 

 Instituto Biológico Argentino

 

 


ente al edificio no hay canales ni pasa ningún vaporetto, pero igual que en los barcos colectivos de Venecia, varias líneas de micros llevan pasajeros en forma permanente. También, como en la Piazza San Marco, hay muchas palomas. La construcción tiene diez pisos y podría integrar la rica imagen del paisaje de esa ciudad italiana, pero está en la avenida Rivadavia, frente a la Plaza del Congreso, y es porteña como el Obelisco.
Inaugurado en agosto de 1927, el edificio fue construido como sede del Instituto Biológico Argentino, una institución creada por idea del prestigioso médico bacteriológico Silvio Dessy y que funcionaba desde 1911. El terreno se compró en 1923 y costó un millón y medio de pesos. Al año siguiente, empezaron las obras.
Declarado Monumento Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, fue diseñado por el arquitecto italiano Atilio Locatti, del que casi no hay datos biográficos. Desde fines de la década de 1940 el edificio pertenece al Estado (en 1949 empezó a funcionar allí el Instituto Nacional de Previsión Social) y en 1997, tras servir para otras dependencias, fue adjudicado como sede a la Auditoría General de la Nación. Hoy está en restauración.
Con una fachada de estilo neoveneciano, la construcción se hizo a la usanza de los grandes palacios renacentistas vénetos: cimientos; planta baja y primer nivel; desarrollo y coronamiento. La idea era darle un uso mixto: desde el subsuelo hasta el segundo nivel, para desarrollar la actividad científica; en los siete pisos restantes, departamentos para alquilar.
Por eso en el subsuelo estaban las calderas, depósitos, tanques y cámaras refrigeradoras. En la planta baja se destacaban tres portones con paredes y pisos de mármol y cielorrasos decorados. Toda la carpintería es de hierro y revestida con láminas de bronce. Un detalle: el ascensor es una cabina de hierro forjado, forrada en madera de roble previamente tallada. En el primer piso estaba la dirección y administración y en el segundo, todo lo relacionado con los gabinetes y laboratorios científicos.
Pero lo que más llama la atención del edificio y lo hace especial es su coronamiento: el monumental reloj que integra un conjunto escultórico de más de cuatro toneladas, instalado allí en 1926. Es un reloj diseñado especialmente por la histórica empresa Fratelli Miroglio, de Turín.
El grupo tiene dos grandes figuras en bronce y fundición de hierro (cada de tres metros y medio) en actitud de golpear una campana. El cuadrante del reloj tiene dos metros y medio de diámetro y la campana de bronce y plata pesa dos toneladas. Marcaba cada hora con campanadas y su mecanismo tiene un contrapeso de 500 kilos que, por un pozo de aire, atraviesa el edificio hasta el sótano. Se dice que el conjunto está inspirado en el Reloj de los Moros, instalado en 1496 en Venecia y que un amigo veneciano de Locatti fue quien le sugirió hacer algo similar cuando proyectaba el edificio porteño. La prueba de su funcionamiento fue realizada en Torino, ante el Duque de Aosta. Lo concreto es que ya lleva 85 años mirando hacia la avenida Rivadavia. Claro que no es el único reloj de estas características que hay en Buenos Aires. El otro está desde 1992 en el edificio que la empresa Siemens tiene en Bolívar y Diagonal Sur. Antes había coronado la sede que esa firma alemana tenía en la Avenida de Mayo 869.


 

 

 

 

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aportada por Edi Libedinsky