CONFITERÍA
LAS
VIOLETAS
Arcón
de Buenos Aires
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- CONFITERÍA LAS VIOLETAS
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En julio de 2001, reabrió sus
puertas. De este modo, Buenos Aires recuperó una de sus más
tradicionales confiterías. Lo más destacado para ver son los 12 vitrales
franceses de más de 80 años de antigüedad, que forman grandes murales y cúpulas
sobre las entradas al local. El conjunto tiene alrededor de 80 metros cuadrados
de superficie y es uno de los más importantes del país.
U bicada
en la esquina de Rivadavia y Medrano, en el barrio de Almagro.
En 1884 la esquina de Medrano y
Rivadavia era, propiamente el lugar "donde el diablo perdió el poncho". Poner
allí una confitería estilo palaciega, dotada de suntuosas arañas de bronce y caireles de cristal
tallado a mano, vitrales, sillas encargadas a ebanistas parisinos, parecía poco
menos que una obra propia de lunáticos. Sus delirantes dueños se llamaban Felóman y Rodríguez Acal y bien pronto demostraron a quienes los miraban con
sospecha que lejos de estar equivocados y merecer el loquero, sabían muy bien lo
que hacían.
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Casi podemos decir que Almagro fué creciendo alrededor de "Las
Violetas", poco a poco, el poblado se transformó con otras tiendas y comercios.
Hubo quien se arriesgó a construir alguna mansión elegante y la confitería quedó
a principio de siglo, incluida en un nuevo y pujante centro comercial, que había
contribuido a formar. El local tiene 380 metros cuadrados.
El
majestuoso edificio con enormes columnas, sus vidrieras y puertas de
vidrios curvos, su mampostería y sus vitrales restaurados,
y sus pisos de mármol italiano, hizo referencia a la Belle Epoque. Entre los
clásicos de esta confitería estaban el café vienés en vaso cívico o imperial, el
candeal con yema, los bizcochitos con chocolate y los huevos quimbo. La gente
iba a pasar momentos de esparcimiento en un ámbito selecto.
Las mesas y sillas, habían sido traídas
de Paris, y sus propietarios eran Felman y Rodríguez Ancal. El primer edificio,
poco se sabe, lo habría heredado Pedro Anzola, quien hacia los años 20, decidió
construir un sótano, y poder edificar varios pisos arriba, y eso determinó que
se hiciera un nuevo local, el actual, que se inauguró en 1928, y que seguía las
líneas del original, para lo cual debió tomar un crédito hipotecario. En 1942,
recién se edificaron tres pisos encima, de paredes lisas, como ya se estilaba en
el 30, desentonando con la planta baja de la confitería, pero ya con nuevo
propietario, porque el primero no pudo pagar la hipoteca, y el edificio fue
rematado el 8 de septiembre de 1933, adquiriéndolo el señor Mateo Figallo,
esposo de Verónica Catalina Maria Adelaida Figallo de Figallo, que es la abuela
de la señora Graciela Soula de Marchegiani, la propietaria actual del edificio.
Al igual que la mayoría de los cafés, Las Violetas también estuvo abandonada y
cerrada, hasta que decidieron restaurarla y nombrarla Lugar Histórico de
la Ciudad en
1998 por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.
A pliques de bronce con cristales
tallados,
magníficos vitraux art noveau, mesas y sillas
de una firma parisina, inaugurada
en 1884.
El
día de la inauguración, un 21 de Septiembre, hasta el ministro Carlos Pellegrini
se hizo presente transportado por un tranvía especial, con muchos de sus
distinguidos clientes.
Sin embargo el edificio no ha variado nada y el
gran salón de té mantiene sus vitrales, sus mármoles italianos, sus mesas de
mármol,
gruesas
columnas,
bronces y sus maderas, tal como en aquellos
viejos tiempos: aseguran los que saben que tampoco han cambiado el gusto de sus
famosas medialunas ni el de sus masas frescas.
Sus
mozos de rigurosa etiqueta, las arañas de bronce con caireles de cristal
tallados y las guirnaldas de estuco. Las especialidades de la casa fueron el
café vienés servido en vaso cívico o los deliciosos brioches.
Cuenta la
leyenda que las chicas que concurrían a ese lugar, nunca se casaban. Decían eso
porque muchas de ellas eran maestras y se la pasaban toda la vida abocadas
exclusivamente a la docencia. Sin embargo, muchas de ellas se casaron y fueron
muy felices.
Para
restaurarla debieron reacondicionarse muchos elementos que estaban en malas
condiciones. La boiserie se reconstruyó y lustró en su totalidad; el cielorraso
estucado se conservó pero el piso debió rehacerse a nuevo si bien respetando las
medidas, motivos, colores y distribución del anterior. En la fachada se
conservaron los mármoles de revestimiento pero se rediseñaron los toldos.
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click en la imagen para ampliar -
(varias fotografías panorámicas)
En su restauración s e
pudieron recuperar las suntuosas arañas de bronce y los apliques de pared, con
los que se mantuvo la iluminación de la antigua confitería. Los vitrales tienen
mas de 80 años de antigüedad. Los más antiguos son de alrededor de 1920,
inspirados en los diseños de E. Grasset. El más importante representa a un
parque en una ciudad con mujeres alrededor de una fuente.
Los
vitrales art nuveau forman grandes murales y cúpulas sobre las entradas al
local. El conjunto tiene alrededor de 80 metros cuadrados de superficie y es uno
de los más importantes del país. Suele decirse que los vitrales son de Francia,
pero en realidad sólo los materiales son de allí. La planificación y el armado
se hicieron en base a bocetos en acuarelas y tinta china de un escenógrafo
diseñador en un taller en Buenos Aires, en la calle Piedras N° 1019, los que
fueron colocados en el año 1928.Dichos bocetos, que se conservaron, se
confeccionaron de acuerdo con el arquitecto que tuvo a cargo la remodelación del
local. La persona a cargo de hacer los vitrales fue Antonio Estruch, quien ya
tenía la experiencia de haberlos hecho para el Café Tortoni (el hijo y el nieto,
también llamados "Antonio", siguieron trabajando en el mismo rubro, y desde 1987
ocuparon el local de Solís 263)
La mayoría de estas obras de arte fueron comprados por "catálogo" o en viajes
que realizaban a Europa arquitectos ó quienes poseían mansiones importantes. Con
las piezas importadas o realizadas en base a "cartones franceses" los vitrales
eran armados e instalados localmente por vitralistas que emigraron de Europa.
Una imaginativa lista de los personajes que
pudieron haber pasado por allí sería imposible, pero si pensamos que en el
barrio vivieron, entre tantos otros: Luis Arata, Alfonsina Storni, José Betinoti,
Osvaldo Pugliese, Sebastián Piana, Antonio Sassone y el doctor Juan B. Justo,
entonces no es muy delirante pensar que alguna vez repasaron su libreto teatral,
escribieron poemas, imaginaron una melodía o hicieron algún boceto mientras
tomaban un café en “Las Violetas”. Hoy, por obra del reciclaje y del empeño de
los socios que se unieron para proteger este patrimonio y proyectar su larga y
fecunda trayectoria. Hoy “Las Violetas” está más resplandeciente que nunca.
Un
mostrador con imponentes vitrales iluminados estilo art nouveau y en primer
plano una lámpara Tiffany realizada con la técnica de vitral.
Las Violetas estuvo a punto de extinguirse en 1998 hasta que una excelente y
artesanal restauración le devolvió sus antiguos aires. No fue fácil: la
restauración fue realizada con gran nivel de detalle, con investigación
histórica, y en el 2001 volvió a reabrir sus puertas hasta la actualidad.
Artesanalmente se logró un revestimiento de madera similar al original, y sus
pisos para siempre perdidos fueron reemplazados por otros de igual valor,
también se restauraron las importantes arañas con sus caireles.
En el baño de hombres, hay un vitral ovalado, que representa 3
cisnes nadando en un lago, y flores, firmado por E. Fino, y que es
de 1950.
Hay 21 o 23 arañas de bronce, tipo plafón en el techo, consta
cada una de un globo o tulipa grande, y cuatro alrededor mas
pequeños, y 14 en las paredes, con aplicaciones de bronce. Las
paredes, tienen revestimientos de caoba y espejos. El piso era de
mosaico italiano.
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